Trabajo social. En la carrera no te enseñan nada.

Rescatamos un articulo que escribimos hace años, pero consideramos puede seguir siendo útil para la reflexión profesional y la construcción de una intervención social abierta transformadora:


TRABAJO SOCIAL.  En la carrera no te enseñan nada. (2017)

En general, los alumnos que salen de sus estudios de trabajo social se encuentran un enorme desasosiego al sentir que no han aprendido nada.

Se dice que sales de allí, después de cuatro años (tres en el caso de la diplomatura), sabiendo un poco de todo y mucho de nada.

Te has pasado horas y horas estudiando con frustración asignaturas como derecho, filosofía, historia, estadística, economía, política, psicología… Pensando que eran un tostón y sin entender el por qué de repetir una y mil veces los derechos fundamentales, a Juan Luis Vives, el coeficiente de no sé qué, la ley de la oferta y la demanda, las mil y un leyes de educación que han cambiado los del PPSOE para ver quién la tiene más grande, a Froid, al perro de Paulov… Te sabes la puñetera pirámide de Maslow como si fueras amiga de ese tal Maslow y en realidad fuese una idea original tuya que el te arrebató…

Pero todo esto no sabes para qué narices te va a servir cuando llegue ese tan anhelado momento en el que vayas a ser agente de cambio en la sociedad y andes por ahí rodeada de personas que han sufrido violencia, están en una situación extrema de necesidad, sean politoxicomanos, reclusos, abuelitos, niños, mujeres, inmigrantes o lo que leches en vinagre has idealizado como el colectivo para que el te gustaría trabajar.

Luego también están esas asignaturas que parecen más «de trabajo social de verdad». Ahí ya te llevas la ostia con la realidad total y absoluta. ¿Qué tanto royo? ¿Juan Luis Vives otra vez? ¡Vamos a acabar resucitando a Mary Richmond de tanto nombrarla!

¿Leyes? ¿Autores del año de María Castaña?

Empoderamientorespeto a la autodeterminaciónsolidaridadno juzgar, prevención, trato individualizadoempoderamientoconfianzajusticiaempatía
promoción de la participaciónempoderamientoresponsabilidad
no juzgarempoderamientoequidadconfidencialidadempatíarespetoaceptación
autonomíareivindicacióninformacióndignidadderechoscercaníafortalezas, 
trabajo con grupos
implicacióndiversidadempoderamientointegridadrespetomejora
diversidadcomunidadigualdadcorresponsabilidadautonomíacoherenciasolidaridad
cambioempoderamientosentimientosconfidencialidadcolaboracióncalidadjusticia socialautodeterminación… ¿He dicho empoderamiento? Esas palabras molan que te cagas, ¡pa que engañarnos! Entran y salen de tu cabeza, entran de nuevo, salen, las usas en tus debates… Esas palabras son sentidos de la práctica, valores del trabajo social, valores para tu vida. Para ti, para siempre. De repente no sabes de nada pero joder, tienes argumentos para todo. Joder, hasta las tablas de datos estadísticos interminables y horribles sirven para poner argumentos a eso que ya sabías que era una mierda pero no sabías por qué.

Pero no sabes cómo coño se trabaja de verdad en ningún sitio, cómo es cada colectivo, QUÉ HAY QUE HACER!

A veces te cabreas, joder no sabes nada que te sirva para trabajar, sabes mucho sobre el mundo social y sólo te sirve para tener conversaciones. Conversaciones que molan. Bueno, molan hasta que te empieza a parecer absurdo que todo el mundo pueda opinar sin saber. «En mi opinión está genial que se ayude más a los españoles…» «Los inmigrantes reciben más ayudas que los de aquí, eso lo sé yo…», «Yo creo que sí deja que su marido le pega es por que es tonta…», «Que alguien con mucho dinero de ayudas a los niñitos desamparos así por que le apetece es genial…», y un larguísimo etc… Y ahí tu sacas tú artillería. Eres una pesada, una radical y es que en tu carrera sólo te enseñan cosas de izquierdas, de hippies, de rojos, de locas del coño, de perroflautas… Y joder «es sólo una opinión». Por que claro, de esto puede opinar cualquiera. De las moléculas de hidrógeno no le opina nada nadie a un químico. Pero de esto sabe todo el mundo.

¡COÑO! ¡Espérate tu! ¡Que sí que he aprendido un montón!

Pero sólo me sirve para discutir, ser la pesada de turno, enfadarme con el mundo… Y a veces, con mucha suerte, ocurre algo maravilloso: le abres los ojos a alguien. ¡Sólo por esto ya valió la pena la carrera!

Pero bueno si, muy guay. No sé qué cojones hacer con cualquier cosa que me venga. ¿Qué problemas hay en la cárcel? ¿Cómo le arreglo yo la vida a alguien en exclusión social?

Haces prácticas.

Con un poco de suerte encuentras un buen sitio y aprendes mucho. Mucho de ese sitio concreto en donde lo más probable que no trabajes jamás, pero mola. Te hace sentir capaz de aprender. Te hace crecerte en cuanto a tus capacidades. También, sobretodo, ves la terrible realidad: falta de medios, de personal, profesionales que o están quemados o no creen en lo que hacen… Profesionales estupendos que se dan de cabezazos contra muros de todo tipo todos los días…

Y así. ¡Pum! ¡Se acabó!

Te llevas pa tu casa:
-un papel que pone que fuiste a la universidad (que cuesta un riñón);
-una orla;
-muuuuuchos debates a tus espaldas;
-muchas palabras bonitas;
-unos valores metidos ya para siempre en tu ADN:
-mil ideas;
-un millón y medio de discusiones;
-unos amigos más para toda la vida;
-algunos amigos menos;
-cientos de cosas desprendidas; y
-la sensación de no haber aprendido nada. (Bueno si, de haber aprendido un poco de todo y no saber nada de nada.)

(Esto era una introducción y me he emocionado recordando. La melancolía es lo que tiene…)

¿A dónde quería llegar yo?

A que estoy tremendamente agradecida a que mis estudios me hayan configurado un perfecta tabula rasa que rellenar con experiencias.

Salí un con estantería vacía, con unos tornillos y unas tablas muy fuertes, para colocar vivencias.

Se trata de aprender de las personas, de que las personas para las que trabajas sean quienes te enseñen cómo y qué hacer.
Se trata de que no eres más que quién acompaña en el camino, quién ayuda al cambio, de personas. Por tanto: NINGUNA CARRERA PUEDE DECIRTE QUÉ HACER.

Tenemos la suerte de poder ser una profesión que realmente trabaje para las personas desde una relación horizontal. No somos expertos, nunca jamás lo seremos. Los expertos son los demás. Así, aprendemos cada día, crecemos con aquellos a quienes acompañamos en su crecimiento.
Así, si la carrera ha calado de verdad en tus entrañas, jamás habrá jerarquía, paternalismo ni relación «experto-usuario«.

Sólo somos expertos en no ser expertos en ningún colectivo, los colectivos son las personas que las conforman. Y ellos son quién sabe de verdad.

Sólo somos expertos en nuestros valores, en nuestro ansia de aprender y crecer conjuntamente con el de lado.
Si hablamos de vidas no existe jamás mayor verdad que la de quien lleva puesta esa vida encima.

Algunos profesionales de otras ramas, que tratan con personas, se las ven y se las desean (en el mejor de los casos) para bajar de su «altar». Otros están de puta madre en su «altar».

  • Desde los altares estos se gana mucha más pasta, se tiene mucho más reconocimiento y mucho más prestigio, se aprende un montón. Tienes TU verdad y NADIE te la discute.
  • Desde aquí abajo, se gana mucho menos dinerito, prestigio cero patatero. Pero además de aprender, creces. Creces con otros y de este modo todo se transformas. Tienes tu verdad y la verdad de otras personas. Tienes la realidad.

Gracias a la vida y al trabajo social.
Gracias a las vidas que se han mezclado conmigo a cuenta del trabajo social.

Para acabar, una frase que he oído hace poquito (en un contexto concreto del que ya hablaré): No importa si en realidad es verdad o mentira, lo que importa el significado que tiene para esa persona.

Posdata. Queridísimos otros profesionales que trabajáis con personas:  leer a Freire y a Sarah Banks, porfis 😉

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